En la primera ronda de alegatos, los abogados del país trasandino trataron de demostrar que Chile nunca sintió la obligación jurídica de negociar, que Bolivia crea una ficción y que no puede lamentarse ahora por los errores centenarios de sus antepasados

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22 de marzo de 2018, 13:54 PM
22 de marzo de 2018, 13:54 PM

En tres horas de exposición, el agente chileno y tres de sus abogados trataron de desmontar el reclamo boliviano ante la Corte Internacional de Justicia, alegando que Bolivia abandonó cualquier aspiración al océano Pacífico al firmar el tratado de 1904. Así lo dijo Daniel Bethlehem, abogado inglés que defiende a Chile y que se refirió a la tesis boliviana como “pura ficción, algo que no guarda ningún parecido con la verdad documentada histórica”. 

El inglés fue el primer abogado mapochino en tomar la palabra, luego de que Claudio Grossman, el agente chileno, pusiera los cimentos de los alegatos de su país: plena vigencia del Tratado de 1904, Bolivia fue a La Haya obligado por su propia Constitución, ha cambiado tres veces su demanda porque nunca ha podido demostrar que alguna vez Chile se obligara a negociar y Chile no está dispuesta a ceder territorio a Bolivia, que es lo que busca finalmente en este juicio.

Bethelhem, que llamó mago a su compatriota Vaughan Lowe, dijo que nunca hubo una segunda parte en el Tratado de 1904, que Bolivia cedió su territorio a secas, que Chile nunca se comprometió a solucionar la aspiración boliviana de regresar al Pacífico con una costa soberana, que eso es una mala utilización de un tratado de 1895 que nunca entró en vigencia y que el de 1904 marcaba una línea que dejaba prácticamente sin valor lo sucedido en el siglo XIX. Tanto así que dice que los políticos bolivianos que lo firmaron lo consideraron un gran acuerdo y al hacerlo renunciaron a cualquier aspiración de soberanía sobre el Pacífico.



Así pidió a los bolivianos no lamentarse por lo hecho por sus políticos hace más de un siglo. Les dijo a los jueces, además, que la interpretación de la historia corresponde a los historiadores, que allí estaban para juzgar hechos jurídicos.

Lo sucedió Jean Marc Thouvenin fue el más irónico de los cuatro abogados chilenos que hicieron uso de la palabra. El francés concluyó que en realidad lo que busca Bolivia en la corte es un regalo, que se obligue a Chile a negociar hasta conseguir un acceso soberano al mar. Llamó a Lowe y a Payam Akhavan ilusionistas y añadió que Remiro Brotóns sufre de alucinaciones al decir que las negociaciones generan obligación. "La frustración de uno no hace nacer la obligación de otro. Chile no ha dado la espalda a los problemas de Bolivia", dijo. 

Citó una serie de doctrina jurídica para tratar de desbaratar los conceptos ‘stoppel’, aquiescencia y 'derechos expectaticios' puestos sobre la mesa por Lowe y Akhaban en el primer día de alegatos bolivianos. Dijo que Chile nunca se comprometió jurídicamente a negociar con Bolivia, que el hecho de que se establezcan los términos de una declaración no implican obligación de cumplirla. Para demostrarla citó una declaración tripartita de los Gobiernos de Estados Unidos, Japón y Australia que se comprometían a esforzarse para que en 2016 los acuerdos de París sobre el clima fueran adoptados por el mundo. A día de hoy, los Estados Unidos de Trump han repudiado los acuerdos de París y, hasta el momento, nadie ha tratado de llevar a EEUU a la CIJ para exigirla cumplimiento.



Kate Parlet, una abogada australiana, fue la encargada de hablar de las negociaciones entabladas por Bolivia y Chile en la década del 1920. Repitió que todo había quedado resuelto en el Tratado de 1904, que los políticos bolivianos de ese entonces, a partir de 1901, aceptaron sus términos y que por ese momento le parecían buenos, que nada quedó del borrador de tratado de 1895 y que, por lo tanto, no existe compromiso chileno a solucionar la aspiración marítima de Bolivia.

Eso sí, anotó que Bolivia trató de revisar el Tratado de 1904 en 1910 y, posteriormente, ante la Liga de las Naciones en 1920, pero que dicha instancia se declaró sin competencia para hacerlo. Ismael Montes incluso propuso a Chile que Tacna y Arica debían pasar a Bolivia, con una compensación, pero no lo consideraron oportuno discutirlo en ese momento, porque estaban en pleno litigio con Perú por ambas ciudades. Para Parlett, esto demuestra que nunca existió un acuerdo histórico, que cada intento de solución de las aspiraciones bolivianas de retornar al Pacífico dependían de que Chile podía obtener a cambio en ese momento, no de un compromiso jurídico. 



Luego se adentra en las correspondencias e intentos de negociaciones de 1922, 1926 y los acuerdos de Chile y Perú de 1929. Parlett ve en todos ellos la intención de Bolivia de modificar el Tratado de 1904 o de obtener una parte del territorio que antes perteneció a Perú, pero no la obligación chilena de compensar a Bolivia por algún compromiso jurídico.

A Sam Wordsworth, jurista británico, le tocó lidiar con el lado más flaco de la posición chilena: las negociaciones de 1950. El jurista debía desmontar cualquier atisbo de compromiso resultante del acuerdo de negociar establecido en esa época. Comenzó criticando el tiempo que se tomó Bolivia para denunciar una supuesta insatisfacción a unas negociaciones: 63 años. Anotó que la mayoría de los ejemplos de reclamaciones análogas habían sucedido al año siguiente de la defraudación. Consideró que ese intento de negociación provino del interés chileno por las aguas del río Desaguadero para desarrollar la agricultura en el norte trasandino y no en sentirse obligado a negociar. Consideró que el haber citado en el documento los intentos de 1920, constituían solo un antecedente, no un precedente jurídico.

Dijo que todo se diluyó por la mala recepción a un posible acuerdo en ambos países, pero que ese compromiso de negociar no implica la obligación de acordar. 


Ahí se les acabó el tiempo. Wordsworth seguirá mañana con el Abrazo de Charaña, pero hoy los representantes bolivianos se declaran tranquilos: no escucharon nada nuevo que Chile no haya anotado en su Dúplica. Lo mismo dijeron los chilenos de los alegatos bolivianos del lunes. Los chilenos, en cambio, salieron con el pecho hinchado. No solo creen haber desmontado los argumentos bolivianos, sino también desagraviado un poco a su país, ante la pretensión boliviana de mostrarlo como un mal vecino, como carcelero de sus aspiraciones.