El presidente propuso mantener el rumbo del país, en tono conciliador y sin autocríticas. Sus adversarios vieron un discurso electoralista y con  ofertas reiteradas tras 13 años en el ejercicio del poder

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23 de enero de 2019, 4:00 AM
23 de enero de 2019, 4:00 AM

Fue el discurso más corto desde que asumió el poder. En 51 minutos, el presidente Evo Morales comparó su gestión con el resto de la historia de Bolivia, lanzó una serie de propuestas para el periodo 19-25 que sonaron a matriz de oferta electoral y dejó la sensación de que a su proyecto ya no le quedan épicas, sino más bien la ilusión de mantener el rumbo del país por al menos cinco años más después de este, que será su último periodo de su tercer mandato.

“Estos datos demuestran que se ha acabado el ‘lamento boliviano’, el ‘pueblo enfermo’, la ‘Bolivia se nos muere’. Ahora Bolivia va adelante, el mayor aporte es de esta generación, todos hemos aportado a la buena imagen de Bolivia, ahora es digna y soberana”, dijo en la coda de su discurso para luego rematar: “Nunca más Bolivia humillada, sometida, saqueada como antes. Por eso estamos orgullosos con nuestros 13 años de gestión”.

El cimiento es la economía

Fue un discurso conciliador sin casi referencia a sus opositores en el que el presidente se mostró orgulloso de sus logros económicos. Habló de la multiplicación del PIB de $us 9.574 millones a 40.885 millones, del hexacampeonato sudamericano de crecimiento económico entre 2009 y 2018, de la inversión estatal que creció más de 10 veces en tiempos del evismo, de cómo eso ayudó a convertir a Bolivia en un país donde el 62% de su población es de ingresos medios, que redujo la pobreza en casi el 30% y cómo se mantiene con el nivel de desempleo más bajo de la región, 4,2%. Contó que los ahorros y los créditos productivos y de vivienda se han multiplicado por seis, que las ganancias de las empresas privadas han crecido cuatro veces, que los bonos del Gobierno llegan al 31% de la población, que las reservas internacionales representan el 21,4% del PIB y que la deuda externa bajó del 52% al 24%.

Si hubo un nuevo énfasis en la parte económica de su discurso fue evitar la fuga de divisas, un término que no se escuchaba en el país desde los 80, al inicio del neoliberalismo. Morales lo trajo de vuelta en dos de los programas que involucran al sector privado: etanol, que reducirá las importaciones de gasolina en $us 100 millones, y la construcción de carreteras (se han asfaltado 5.389 kilómetros de carreteras en 13 años, cinco veces más que en el periodo republicano), que dejarán de ser de asfalto para volverse de concreto, evitando la importación y la fuga de capitales.

“Somos líderes económicos en América del Sur, porque tenemos un plan, políticas económicas con soberanía. Después de nacionalizar ahora empezamos a industrializar”, dijo Morales y comenzó a cosechar críticas de sus futuros adversarios a la presidencia.

Víctor Hugo Cárdenas, postulante por UCS, recordó que la economía boliviana es tan pequeña que no alcanza para ser líderes, ya que pese al crecimiento no se ha alcanzado a países como Perú, Brasil o Argentina.

En lo social

“Hemos cumplido las metas de la ONU”, anunció Evo Morales, cuando habló de la cobertura de agua potable. También relevó sus cifras de gas domiciliario, que llega a más de 5 millones de personas, la inclusión política de la mujer, que son el 51% de la Asamblea Legislativa o que pasaron de 52.000 bachilleres por año a 82.000.

Luego pasó casi de largo en la lucha contra el narcotráfico -”Sin la base norteamericana estamos mejor”- y por el que se creía que iba a ser uno de los temas centrales de su informe: justicia, solo se refirió a la selección de notarios, ni atisbos de la reforma al código procesal penal que se encarará en esta gestión y se espera que ayude a descongestionar las causas.

El único resquicio de autocrítica fue cuando habló de corrupción, que la reconoció como una debilidad de su gestión. Eso sí, aseguró que no se perdona a nadie, anunció una comisión interinstitucional de acción inmediata para combatirle y luego se puso a sí mismo como ejemplo. “Las nuevas generaciones saben, no puede estudiar, por dos temas, verdad y honestidad, llegué a la presidencia”, dijo.

Le salió al paso Samuel Doria Medina, jefe de UN que se bajó de la carrera electoral y ahora propone en Twitter “pensar en Bolivia en grande”. A través de la red del pajarito azul aseguró que cuando uno no quiere resolver un problema crea una comisión. “Eso hace Evo con la corrupción ¡13 años después!”, escribió.

Óscar Ortiz, postulante por Bolivia Dice No, saltó por la poca autocrítica y escasa visión de futuro luego del fallo del diferendo marítimo con Chile en La Haya. El mandatario recordó que con la demanda estaban de acuerdo todos y repitió el único párrafo de la sentencia que beneficia a Bolivia, el llamado de la corte a seguir dialogando para encontrar una solución al enclaustramiento de Bolivia, pero sin obligación alguna. Para Ortiz, esta es la peor derrota desde la Guerra del Chaco y se unieron a su crítica Cárdenas y Virginio Lema, postulante del MNR.

¿Inicio de campaña?

El resto del mensaje tuvo un aliento casi electoral, ya que no se limitó a decir qué hará en su hipotético último año de mandato, sino que expandió la visión más allá, hasta 2025, engarzando 14 promesas: dijo que entre Alemania y China invertirán más de $us 4.000 millones en litio; puso a disposición de municipios capitales y ciudades intermedias un fondo de $us 200 millones para pavimentación; ofreció 50.000 nuevas viviendas sociales; anunció que multiplicará casi cinco veces la producción de energía por métodos alternativos hasta 2024 y habló de los 34 hospitales de segundo nivel, 17 de tercer nivel, cuatro de cuarto y tres centros de medicina nuclear que pretende construir con una inversión de más de $us 1.000 millones. En su único momento agresivo del discurso aseguró que quienes se oponen al Sistema Único de Salud son enemigos de la vida”.

Para Gustavo Pedraza, compañero de fórmula de un silente Carlos Mesa, todo esto demuestra que el MAS y su líder se anclaron en el pasado, que no han podido innovar ni en la forma de presentación de su gestión.

Con 13 años acostumbrados a discursos épicos, el remate del discurso de ayer se pareció a una renovación de votos matrimoniales: prometió que la prioridad de su Gobierno seguirán siendo los más necesitados; que impulsará el triángulo virtuoso de educación de calidad, vivienda digna y empleo digno (aunque en este punto repitió su promesa de 2017 de aplicar la jubilación obligatoria para dar espacio a los jóvenes); que se garantizará el crecimiento de la economía de manera sostenida por los próximos 30 años con nuevas reservas de gas; el aumento de los salarios, bonos y rentas, y los precios de la gasolina, gas, agua y energía eléctrica accesibles a los bolivianos. Esto le trajo más críticas de Ortiz y Pedraza.

El demócrata le recordó que las utilidades de las AFP han bajado del 8 al 2% anual, mientras que el de Comunidad Ciudadana se preguntó qué garantiza que Morales pueda resolver estos problemas en un año si en 13 no lo ha logrado. Envalentonado, se animó a decir que el MAS es la nueva minoría.

Ya en el final de su discurso, el presidente echó mano de la parte más filosófica del proceso de cambio: “Los extranjeros nunca más se adueñarán de los recursos naturales” ; “no volverá el racismo ni la discriminación” y “los pobres seguiremos siendo una prioridad del Estado, para eso hemos ganado las elecciones”.

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