Bethlehem mostró el tuit de Evo sobre Antofagasta y Grossman aseguró que la motivación de Bolivia para demandar a Chile tuvo que ver con un interés de política interior

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28 de marzo de 2018, 14:01 PM
28 de marzo de 2018, 14:01 PM

Chile presentó su alegato final ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya pidiéndole a los jueces que rechacen todo pedido de Bolivia de negociar una salida soberana al mar. Para llegar hasta este punto, los juristas trasandinos desandaron todos los argumentos propuestos por Bolivia y, finalmente, atacaron de lleno al presidente Evo Morales, presentando uno de sus tuits ante el tribunal y acusándolo de usar la demanda para potenciar su política interna y disimular faltas de democracia interna y en sus instituciones democráticas. 

Así, Grossman trató de ligar la demanda boliviana con el irrespeto al voto del 21-F, pese a que cuando Morales presentó la denuncia ante la CIJ ya tenía asegurado su derecho a reelegirse por segunda vez por un fallo constitucional y era claro favorito para las elecciones de 2014. En ese entonces, no existía en el horizonte el referendo repostulatorio del 21 de febrero de 2016.

Los alegatos finales de Chile no se distanciaron mucho de la primera ronda de argumentaciones, ocurrida el jueves y sábado de la última semana. Hubo múltiples adjetivos y tres ideas fuerza: nunca Chile se comprometió a negociar con Bolivia; si lo hizo, esta obligación acabó en 1978 y el Tratado de 1904 no se discute.

Harold Koh, jurista estadounidense, fue el que comenzó con los alegatos. Recriminó a los abogados bolivianos que no hayan podido identificar el momento en el que se inició la obligación chilena a negociar. Aseguró que no se puede argumentar que el conjunto es más que la suma de las partes y que los argumentos de la parte demandante se asientan en arenas movedizas sobre tres argumentos tenues: continuidad y acumulación de acciones unilaterales de Chile, las resoluciones de la OEA y la obligación de negociar, prevista en el punto 2.3 de la Carta de la ONU. Koh repitió su amenaza apocalíptica del viernes último, pero con una leve diferencia: “La judicialización de la diplomacia destruye sus bases”.

Las frases lapidarias siguieron con Jean-Marc Thouvenin. El francés dijo que cualquier Estado que esté disconforme en su acceso al mar, que tenga una costa menos favorable que su vecino, no puede plantear sus aspiraciones ante la Corte Internacional de Justicia y obligarlo a negociar perpetuamente hasta lograr cristalizarlas. 

Thouvenin la tiene agarrada con Payam Akhavan. Comparó al abogado iraní con un pintor moderno que no contento con su primer cuadro pone capas sobre capas de nuevas imágenes, pero que de todas formas se queda con una obra sin título. “Cero, más cero, más cero no es más que cero”, remató.

Luego entró en acción Sam Wordsworth, abogado inglés, que sumó el insulto “infantil” a los argumentos bolivianos referidos a que parte del subdesarrollo se debe a la falta de Litoral. El letrado mostró cómo Bolivia supo cuándo detener las negociaciones con Chile, cuándo retirarse de la mesa e interrumpir las relaciones bilaterales y cuándo no estuvo de acuerdo con la respuesta chilena a su aspiración de una salida al mar. 

Recurrió, además a los argumentos de políticos del MNR, que eran opositores a los gobiernos de 1950 y 1975, pero sin explicar el contexto. Por ejemplo, citó a Víctor Paz Estenssoro que aseguraba en 1950 que las razones del subdesarrollo de Bolivia no pasaban por la falta de costa, sino que argumentaba que era una forma de distraer los verdaderos motivos.

Wordsworth no le explicó a la corte que la base de toma del poder de Paz Estenssoro era la nacionalización de las minas de los barones del estaño. 

Cuando Mónica Pinto, abogada argentina que es parte del equipo juridico de Chile, volvió a hablar sobre las declaraciones de la OEA sobre el tema marítimo con Bolivia. Consideró que negociar palabra por palabra una declaración conjunta no significa estar atado jurídicamente a su contenido. Dijo que en 1983, los representantes chilenos tomaron esa actitud como un acto de deferencia con el presidente colombiano, anfitrión de la cita, no porque realmente estuvieran comprometidos con el texto. Además, aseguró que muchas veces las naciones no objetan las declaraciones no porque están de acuerdo con su contenido, sino porque quizá no estén de acuerdo con los argumentos de los que disienten o por no alargar las discusiones. Así, la irrelevancia de la OEA quedó asentada ante un tribunal de la ONU.

Bethlehem, el as de espadas de la baraja de abogados chilenos, un ‘sir’ de Inglaterra, pasó a la historia de la CIJ como el primer jurista que lleva como argumento jurídico un tuit de un presidente. También tildó los argumentos bolivianos como “bengalas disparadas en todas direcciones". Consideró que en el caso de las relaciones diplomáticas de dos estados que tienen una vieja disputa, esta se anota al final de la fila. Si no se la puede solucionar, se la define técnicamente y se avanza sobre lo que sí se ha acordado. Por eso dice que, desde 1987, la inclusión del tema marítimo en las agendas de ambos países han seguido esta lógica, pero no implica la obligación de negociar, menos aún con un resultado predeterminado.

Más allá de las argumentaciones, el cierre de los alegatos hechos por Grossman llevaron al mismo callejón sin salida al que Chile quiere llevar a la corte de La Haya: cuando la corte trata sobre los territorios soberanos de un Estado, debe ser rigurosa en el tratamiento del derecho. Para Chile, más allá de toda argumentación boliviana y de cualquier fallo de la corte, este juicio aborda el centenario tratado.

Ahora, Bolivia y Chile no pueden argumentar más, salvo pedido expreso de los jueces, y el futuro de sus relaciones está en manos de los mismos.

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